lunes, 13 de diciembre de 2010

Prosa caótica para pasar un domingo a la tarde

(Instrucciones: Tome un poema cualquiera y extraiga al azar bastantes sustantivos y unos cuantos adjetivos. A continuación desparrámelos arbitrariamente sobre un hoja blanca. Finalmente, conéctelos con lo primero que le venga a la mente siempre que guarde cierta coherencia sintáctica)

Era un agosto de fragante fiebre, y las nostalgias de horizontes indecisos se arremolinaban en mi negra alma como pájaros rencorosos. Las esencias besaban la tierra, y una bruma dulcísima suspiraba con el caer de las hojas. El lucero erraba consciente de su infinito paseo, y esperaba el perdón del dios de las estrellas. Hasta la cruz pidió clemencia. Las palabras bailoteaban alrededor del lecho sonrosado, y una inerte luna se deseó inmortal. Rasgué las venas de la locura, y brotó miel a borbotones. Sentí los mordiscos de una niña morada, pero por suerte mi capa era de plata. En el sueño del alba, una barca dormida hendía la fuente, y el jardinero astral encendió el mármol. Un difuso ruiseñor acudió consciente y ayudó con su romero de fuego, pero no pudo evitar llorar, provocando la ira del ciprés y el violín.
Entonces aparecieron jadeantes en el recodo, cual montaraces, los arqueros sedientos de sangre, aunque la espada fantasma pueda discurrir por la fortuna de la campana. No sabían que las miserables hormigas, aunque vencidas por un ejército adusto de cantores, tenían preparado un torbellino de arañas con nobles corbatas, y estaban muy decididas a coronar a la tenebrosa manzana.



No hay comentarios: